sábado, 13 de junio de 2015

MARISCAL ANDRES AVELINO CACERES EN CONCHUCOS



Con motivo del centenario de la resistencia de la Breña, el ejército del Perú encargó a un equipo de historiadores, literatos y militares la preparación de un compendio  que se tituló HUAMACHUCO Y EL ALMA NACIONAL (1882-1884). En donde se narra con lujos de detalle la campaña de resistencia, que emprende el mariscal Cáceres y sus heroicas huestes en su afán de expulsar a los invasores de tierras peruanas. Esta obra acoge uno de los testimonios más importantes de la campaña de la Breña, el Diario de Marcha de Operaciones escrito por Pedro Manuel Rodríguez, combatiente y Secretario del General Cáceres.

Asimismo, se cuenta con las versiones orales recogidas por soldados del ejército, quienes recorrieron por tercer año consecutivo la ruta histórica de la Campaña de la Breña.

A continuación un extracto de la estancia del mariscal Cáceres y sus tropas en la villa de Conchucos del 2 al 4 de julio del año 1883 .Además publicamos una fotografía que quizás sea la más antigua del pueblo de Conchucos, tomados ambos del Volumen No. I de la obra Huamachuco y el Alma Nacional

AVANCE PATRIOTICO DE URCON A CONCHUCOS

A las 07:00 del 30 de Junio la hueste patriota dejó Urcón y tomó la difícil ruta de alturas que llevaba a Conchucos. Hubo un breve descanso en Pariachuco, y se completó la jornada plantando campamento en las alturas de Huarilca, al pie de la cordillera nevada de Pelagatos. Soportaron allí  un frío  glacial que ha De los Heros le pareció ´´ más riguroso que el que experimentaron en las anteriores cordilleras y punas ´´.Se sumó a ese padecimiento el del hambre, pues no encontrándose combustible no hubo posibilidad de preparar rancho: ´´el general y su comitiva apenas pudieron tomar una taza de agua de coca, hervida con suma dificultad con un poco de paja´´.

A las 06:00 horas del 1ro. de julio se reanudó la marcha, cruzando una puna terrible durante todo el día, paralela a la extensa cordillera de Pelagatos .Fue en realidad una jornada dantesca, donde el frío y el hambre causaron grandes estragos, quedando en el camino varios esforzados breñeros: ´´corría un viento sutil y helado, que penetraba hasta los huesos, y algunos soldados quedaron muertos ´´ Otros cayeron víctimas  del soroche, pues según recordaría el general, ´´la pequeña cantidad de ajos que llevábamos para precaver el mal de la montaña se nos había terminado y ya no fue posible conseguirlos ´´. Los pocos que iban sobre caballos o mulas se vieron precisados a desmontar, para poder entrar en calor caminando, mientras los infantes padecían una fatiga verdaderamente mortal. A las 18:00 horas avistaron las ruinas  del antiguo pueblo de Ccallarencca, y todos se apuraron a buscar refugio  entre sus destruidos paredones, ´´ pues ya no era posible soportar la intensidad del frío ´´. Tampoco hubo aquí forma de amenguar el hambre; y apenas un mate de coca pudo distribuirse entre la sufrida tropa. Ante tan trágico cuadro Cáceres sufrió tal vez más que cualquier otro, y sin poder conciliar el sueño prosiguió en lenta cabalgata hacia Conchucos, dispuesto a ordenar personalmente la preparación del rancho para su cansada hueste. En el trayecto recibió comunicaciones de Pedro J. Porturas y otros   patriotas, por las que tomó conocimiento de que Gorostiaga había llegado a Mollepata. Mientras tanto en Ccallarencca, Pedro Rodríguez  enfrentaba el hambre y el frío recorriendo las ruinas con ojos de intelectual, para en medio de tanta penuria apuntar en su diario: ´´Las casa están en línea recta, sin puertas; por la base tienen una especie de sótanos, y es probable que por allí tengan la entrada ´´. Pero al cabo, caería también rendido   :´´Este día nada comí ni bebí; estaba muy mal ; y dormí en una de esas casas destruidas ´´.

Cáceres llegó a Conchucos en la madrugada del 2 de julio, siendo recibido con muestras de alegría por los pocos habitantes que permanecían en el pueblo: ´´algunas mujeres le echaron flores al general´´. La mayoría se había retirado al interior, por temor a los desmanes del enemigo luego de conocer lo sucedido en Pallasca. El general Silva, aposentador del ejército que acompañaba a Cáceres, ordenó entonces el acopio de alimentos y la preparación del rancho.       

Las tropas dejaron Ccallarencca a las 07:00 horas, entrando a Conchucos una hora y media más tarde.                            
                                                                              
Atendiendo el estado de la hueste, Cáceres autorizó un prolongado descanso. El balance a la fecha era poco menos que desolador a decir de Abelardo Gamarra:

´´Los últimos días habían sido sumamente penosas por la absoluta falta de forraje para las bestias, el escaso rancho suministrado a la tropa, la fragosidad de los caminos cruzados por  elevados y consecutivos contrafuertes de la cordillera y la inclemencia de la temperatura. El número de enfermos  era excesivo, y la mayor parte de oficiales caminaba a pie por habérseles muerto sus cabalgaduras de cansancio e inanición´´

Patrullas de reconocimiento fueron despachadas hacia Mollepata y Pallasca, regresando al día siguiente con la noticia de que el enemigo permanecía en aquel pueblo .Pero estos exploradores habían sido vistos también por los chilenos, que creyeron cercano el definitivo encuentro: ´´Tres días permanecimos en las alturas-relató un soldado de Gorostiaga-y sabíamos ya que el enemigo se hallaba a una jornada de distancia, pues veíamos a sus oficiales y correos cruzarse de Pampas a Pallasca. El combate habría de realizarse en muy breve término ,y cierto desasosiego se notaba en nuestras fuerzas ´´.

Mientras Cáceres reunía a sus oficiales para estudiar la estrategia a seguir, se aprovechó el día 3 para que los reclutas del destacamento del Norte efectuaran ejercicio de tiro .El resultado por demás desmoralizador: ´´No fue extraño que muchos,  que por primera vez oían un tiro de rifle, al disparar cayeran en tierra y otros apuntaran volteando la cara a un lado´´.Aunque obligada, esa práctica produciría pronto funestas consecuencias ,pues los bisoños de Recavarren ,impresionados desfavorablemente con armas que jamás habían usado ,y muchos ni siquiera visto, desde entonces pensaron solo en desertar, visto que iban camino a un campo de batalla donde servirían solo de blanco. Además, se consumió ese día una nada despreciable cantidad de municiones, las mismas que tanta falta harían en el momento decisivo.

Tal como lo había pensado Gorostiaga, el comando patriota resolvió una marcha envolvente sobre Mollepata, por Pallasca y Pampas. La primera ruta sería seguida por el destacamento del Norte y la segunda por el Ejército del Centro. Se fijó la iniciación del movimiento para la mañana del 4.


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