Por: Gustavo Faverón Patriau
No cabe duda de que el operativo ordenado por la Municipalidad de Lima para cerrar el acceso de camiones a La Parada estuvo mal organizado.
Tampoco cabe duda que ese operativo debieron realizarlo mucho antes los alcaldes Castañeda, Andrade, Belmont, del Castillo, Barrantes, Orrego, Pierantoni, Carrión, Falconí, Cavero y Alzamora, porque desde hace por lo menos cuarenta años está claro que La Parada es un foco de criminalidad, manejado por mafiosos, que vive completamente al margen del sistema legal peruano, comenzando por el rubro más básico en cuanto a comercio se refiere, que es el sistema impositivo.
Ellos, sin embargo, aceptaron convivir con esa enfermedad, la convirtieron en el monstruo que es ahora. No quisieron enfrentarse a esa mafia y dejaron que fuera multiplicando sus cabezas.
La alcaldesa Villarán, cuya renuncia o deposición ha sido pedida desde el primer trimestre de su gestión, y que ha recibido críticas de la derecha por su falta de obras desde antes de que asumiera el cargo, es la primera autoridad en nuestra historia que coge el toro por las astas, diseña un plan alternativo y trata de ponerlo en práctica.
No sorprende en lo más mínimo descubrir que la página de Facebook del Movadef La Parada haya convocado a movilizaciones contra la alcaldesa en estas fechas. No sorprende que la lideresa de los comerciantes de La Parada que fue ayer mismo al Congreso a vender su posición en conferencia de prensa sea una ex-candidata fujimorista. No sorprende que líderes del APRA usen esta circunstancia para vilipendiar a la alcaldesa. No sorprende que Aldo Mariátegui aproveche la coyuntura para pedir la renuncia de Villarán.
A nadie debería sorprender, de hecho, que las acciones de Villarán sean combatidas inmediatamente por una banda lumpen de asesinos a sueldo reunida por un grupo de comerciantes mafiosos, y, al mismo tiempo, por gente de las filas del aprismo, el fujimorismo y Sendero Luminoso. Lo que ha ocurrido ayer en La Parada no es en lo más mínimo comparable con lo que ocurría allá por 1996 cuando el alcalde Andrade comandaba tropas policiacas para mover a los ambulantes de distintas zonas del centro: allí el bando contrario era, en efecto, un grupo masivo de vendedores ambulantes.
Ahora es un emporio comercial millonario que cuenta con el apoyo práctico de todos los actores de la extrema derecha y de la extrema izquierda y que no parece incomodarse con la infiltración terrorista. Los comerciantes están movidos por un interés económico que atenta contra el Estado; a todos los demás los mueve el objetivo de destruir por completo a la izquierda socialista, moderna y progresista como opción electoral en el futuro.
Sé que mucha gente de izquierda está decepcionada con Villarán y descorazonada por los errores del operativo de ayer. Yo creo que tienen que dejar de comprarse la propaganda derechista, dejar de convencerse de lo que digan los Aldos Mariáteguis de la prensa, y ver una cosa más grande, más panorámica y mucho más importante: entre todas las autoridades elegidas por voto popular en el Perú de hoy, Susana Villarán es la única persona en cuyos hombros ha caído la responsabilidad de luchar a la vez contra la extrema derecha nacional y contra la extrema izquierda. Mientras los demás debaten sobre cuándo y cómo liberar criminales, ella se enfrenta a los criminales, se enfrenta a las mafias; mientras los demás intentan identificar a toda la izquierda peruana con Sendero Luminoso, ella se está enfrentando a casos específicos de infiltración terrorista en la capital del país.
Con Villarán una cosa se está haciendo clara: que el único actor político relevante en el Perú que está en favor del orden, la paz, la armonía cívica y el régimen democrático de la legalidad es la izquierda que la condujo a ella a la alcaldía. Comparen eso con la imagen que tenía la izquierda hace sólo una década y entenderán por qué es indispensable que la gestión de Villarán siga adelante y que no sean precisamente quienes votaron por ella los que le den la espalda ahora, mucho menos para enarbolar los principios, o la falta de principios, de gente como Mariátegui, que en su editorial de hoy los resumió con esa gracia de la que sólo él es capaz: "Bala al salvaje que joda".
Fuente: Lamula.pe