La fuerte caída del precio del cobre, significará una disminución importante del Canon Minero que reciben los pueblos, principalmente de la sierra; además provocará la suspensión de algunos proyectos mineros, debido a que no obtendrían la rentabilidad deseada que justifique la enorme inversión que requiere desarrollarlos. Hay que estar muy atentos a la evolución del precio de este metal, todo indica que estaríamos llegando al final del boom de los minerales con consecuencias nada gratas para el desarrollo de los pueblos. Por eso invocamos a los municipios a Optimizar su inversión invirtiendo en obras estratégicas.
A continuación el excelente artículo de Javier Torres: Minería: Se acabó la fiesta, publicado en el diario 16.
A continuación el excelente artículo de Javier Torres: Minería: Se acabó la fiesta, publicado en el diario 16.
Las últimas noticias vinculadas al sector minero no son las más felices. La caída del precio del cobre pareciera ser una tendencia que no se revertirá fácilmente. Como consecuencia, algunos proyectos mineros entrarán en suspenso debido a que no tienen la rentabilidad necesaria que justifique la enorme inversión que requiere desarrollarlos.
Mientras nuestro vecino del sur comienza a preocuparse por el impacto fiscal que esta situación supondrá en el corto y mediano plazo; en el Perú, el gobierno sigue embelesado con los 53 mil millones de dólares que se anunciaron como horizonte de inversión de nuevos proyectos mineros. Y más allá del gobierno, de esta ilusión también se alimenta el movimiento anti minero.
Los líderes de los sectores contrarios a la minería parecen convencidos que proyectos en suspenso, como Conga, serán implementados de todas maneras, y sólo admiten que su eventual cancelación será producto únicamente de la movilización política y social de rechazo a las actividades extractivas. En el nuevo contexto minero global, más allá de la insistencia de Yanacocha en construir los reservorios en la zona del proyecto, lo cierto es que Conga ya fue.
Ahora que todo indica que el boom minero peruano estaría llegando a su fin, ni los defensores de la minería al interior del gobierno nacional, ni sus críticos, tienen la menor idea de qué hacer. La consecuencia inmediata será la reducción de los ingresos del canon y, por tanto, la menor disponibilidad de recursos en todos los niveles de gobierno. Esto será más sensible en el caso del gobierno nacional, que verá recortada su capacidad para ampliar sus programas “de inclusión”, salvo que el voceado cambio de primer ministro y ministro de economía, en julio, indique la voluntad de financiar el gasto social con nuestras reservas.
Como tantas otras veces, Estado y sociedad se encuentran al fin de un ciclo de bonanza que obliga a repensar las políticas gubernamentales y a revisar las proyecciones presupuestales para los próximos años. No es el fin del mundo, pero es de veras lamentable que no hayamos sido capaces de imaginar una estrategia de desarrollo, ni de construir un marco institucional para canalizar los conflictos que genera la presencia de la minería en los territorios.
En un país como el nuestro, donde la minería es una actividad central para el crecimiento económico –aunque no la única-, es esto lo que deberíamos estar discutiendo con intensidad. No obstante, los medios han optado por concentrarse en analizar el comportamiento del presidente Humala frente a la crisis venezolana, un asunto importante, pero de menor relevancia que el nuevo escenario económico. Antes que la posibilidad de una reelección “encubierta”, la preocupación del presidente Humala debería ser cómo nos preparamos para hacer frente a los efectos de una crisis que finalmente llegó a nuestras costas.
Mientras nuestro vecino del sur comienza a preocuparse por el impacto fiscal que esta situación supondrá en el corto y mediano plazo; en el Perú, el gobierno sigue embelesado con los 53 mil millones de dólares que se anunciaron como horizonte de inversión de nuevos proyectos mineros. Y más allá del gobierno, de esta ilusión también se alimenta el movimiento anti minero.
Los líderes de los sectores contrarios a la minería parecen convencidos que proyectos en suspenso, como Conga, serán implementados de todas maneras, y sólo admiten que su eventual cancelación será producto únicamente de la movilización política y social de rechazo a las actividades extractivas. En el nuevo contexto minero global, más allá de la insistencia de Yanacocha en construir los reservorios en la zona del proyecto, lo cierto es que Conga ya fue.
Ahora que todo indica que el boom minero peruano estaría llegando a su fin, ni los defensores de la minería al interior del gobierno nacional, ni sus críticos, tienen la menor idea de qué hacer. La consecuencia inmediata será la reducción de los ingresos del canon y, por tanto, la menor disponibilidad de recursos en todos los niveles de gobierno. Esto será más sensible en el caso del gobierno nacional, que verá recortada su capacidad para ampliar sus programas “de inclusión”, salvo que el voceado cambio de primer ministro y ministro de economía, en julio, indique la voluntad de financiar el gasto social con nuestras reservas.
Como tantas otras veces, Estado y sociedad se encuentran al fin de un ciclo de bonanza que obliga a repensar las políticas gubernamentales y a revisar las proyecciones presupuestales para los próximos años. No es el fin del mundo, pero es de veras lamentable que no hayamos sido capaces de imaginar una estrategia de desarrollo, ni de construir un marco institucional para canalizar los conflictos que genera la presencia de la minería en los territorios.
En un país como el nuestro, donde la minería es una actividad central para el crecimiento económico –aunque no la única-, es esto lo que deberíamos estar discutiendo con intensidad. No obstante, los medios han optado por concentrarse en analizar el comportamiento del presidente Humala frente a la crisis venezolana, un asunto importante, pero de menor relevancia que el nuevo escenario económico. Antes que la posibilidad de una reelección “encubierta”, la preocupación del presidente Humala debería ser cómo nos preparamos para hacer frente a los efectos de una crisis que finalmente llegó a nuestras costas.