Generalidades
Conchucos, distrito de la provincia de Pallasca, cuenta con una organización ancestral llamada Comunidad Campesina, constituida –parcialmente– por todos los campesinos del lugar cuyo espíritu es tra - bajar por el bienestar y progreso del pueblo y de sus asociados. Por muchos años, la población careció de la mano protectora de los gobiernos de turno y fue por esto que la Comunidad jugó un papel importante en el desarrollo del pueblo, tal como lo hizo en la reconstrucción de la ciudad, destruida por el terremoto de 1,946. Al transcurrir del tiempo, esta entidad –además de la actividad agropecuaria– abrió caminos, construyó puentes, escuelas, locales y oficinas para autoridades civiles y militares, es decir, tal organización campesina, estuvo siempre al servicio de su tierra. Lamentablemente, hace algo de más de tres décadas, el espíritu que motivó a la Comunidad, revirtió para mal y desde entonces, la vocación de sus miembros, es que, en lugar de servir a su Comunidad, ellos se sirven de ella, ya que perdió su esencia y se politizó al incorporar como nuevos miembros a profesores, empleados públicos, comerciantes, político y hasta presuntos terroristas, contraviniendo los mandatos de sus estatutos, los mismos que fueron reformados con tal fin. Desde entonces, Conchucos se ha enfrentado, impasible, a múltiples tropelías por parte de la Comunidad –llámese dirigentes–, muchas de ellas traducidas en delitos que en varias oportunidades las colocaron al margen de la ley. La conducta de la Comunidad, que raya en una suerte de despotismo-nepotismo, recientemente la llevó a entregar a la compañía minera Milpo, S.A. el paraje de Colparajra para que deposite sus relaves, contando con la anuencia de sus miembros y de dos asesores, quienes, según sus propias versiones, no hicieron ni siquiera un estudio geológico superficial del área. Aparentemente, la Comunidad tiene una distorsión en cuanto a los derechos que le otorga la ley por ser propietarios de una gran proporción de los terrenos que forman el distrito, ya que, al entregar Colparajra a la minera, desestimaron el hecho de que no son dueños del pueblo ni de la vida de sus habitantes, comprometiendo así, la integridad de las generaciones venideras.
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